No se cuando fueron escritas, esta historias, y dudo de su existencia, un hombre dibuja al borde de la noche, en las orillas de su tablero, sobre el silencio del papel, con sus ojos con sus manos con su boca con su cuerpo, y lejos en el asfalto, de blanco y carmín, la murga baila su pasión quemera, sus latidos de barrio sus miradas adolescentes, en un salto en un paso murgero, y todo esto y todo aquello, y lo que fue y lo que viene, bajo una luna que no es más que un bombo colgado del cielo por los descamisados.
Un ejercito de cartoneros cruza la madrugada, lo que comió la señora lo que comió el señor el desecho de los postres las botellas vacías la mugre, lo que nunca estará en su mesa es su trabajo, encontrar el cartón el papel, donde un borrador de esta historia manchado con tuco y yerba, del mate que se volcó sobre el tablero, llega como un mensaje perdido, una carta sin destino, entre nosotros, que no nos veremos nunca, que no nos escucharemos nunca, que no sabremos las historias que podrían reunirnos, que ni una ronda de mate ni un domingo de fútbol ni una tarde de calor en la vereda, nada, y que sin embargo sabemos que andamos bajo la misma luna, excluidos náufragos murgeros, luna pobrecita de barrio… descalza… bombo… ronda de pañuelos blancos, sobre el asfalto, ese mismo asfalto marcado por un mapa de pasos, donde una zapatilla blanca y carmín… solita… paso a ser juguete de un perro que paso.